jueves, 2 de septiembre de 2010

Reforma migratoria o más masacres

El anuncio del presidente Rafael Correa de que hubo un segundo sobreviviente de la masacre en Tamaulipas posibilita un mayor esclarecimiento de lo que sucedió en esta tragedia, insólita incluso a la luz de la violencia alcanzada en México. Como lo dijo un lector de Reforma: no podemos ni imaginarnos el escándalo que con razón armaríamos los mexicanos si mañana acribillaran a 72 mexicanos en el desierto de Arizona.
Pero la magnitud del horror no facilita su comprensión. Quizá el sobreviviente hondureño, ya bajo custodia de la PGR de México, o el ecuatoriano, ya protegido por su gobierno en Quito, nos den más claves para entender lo que, en parte, es un enigma.
Se entiende que un grupo de criminales arrebate su "mercancía" (migrantes) a otro y busque aprovecharse: sea para reclutarlos como sicarios, para extorsionarlos o para usarlos como "mulas" para llevar droga a Estados Unidos.
Aunque esta afirmación genera dudas: ¿para qué quieren a mujeres embarazadas como sicarios?, ¿qué tipo de red se necesita para lograr la transferencia de fondos del Ecuador a México, o de Honduras a Miami, o de El Salvador a San Francisco para liberar a los migrantes?, ¿qué tan eficaces como "mulas" pueden ser unos aterrados migrantes, fáciles víctimas de la Border Patrol, la DEA o de las policías locales en Estados Unidos?
Pero sobre todo, a menos de que se trate de un escarmiento ante un enemigo de gran calado, parece extraño que la única alternativa de los criminales ante el rechazo de sus víctimas a cooperar sea masacrarlos, a todos.
Hay algo en todo esto que no termina de cuadrar. Por eso en El Salvador, algunos analistas ven la marca de la Mara Salvatrucha en lo sanguinario del caso: no les huele a Zetas o a cárteles mexicanos.
Lo que sí cuadra es algo que me aclaró el ex subsecretario de Estado norteamericano para América Latina, Tom Shannon, hace ya 5 años, a propósito del vínculo entre las bandas criminales y migrantes.
Shannon explicaba en una cena que hasta hace pocos años (entonces) los polleros (o coyotes) que ayudaban a pasar a los migrantes eran una especie de "sherpas" o guías que les ayudaban, no siempre con efectividad y nunca por generosidad, a atravesar el desierto, encontrar transporte después de cruzar y llegar así a su destino.
Desde México no se solía pagar mucho más de 500 dólares para llegar, por ejemplo, a Nueva York; desde Centro América o el Ecuador quizá se pagaban hasta 2,000 dólares porque los gastos eran más elevados.
Pero al empezar a cerrarse la frontera a partir de 2005, y posteriormente (agrego yo) ante la derrota de la reforma migratoria integral en 2006 y 2007, y ahora ante la pasividad de Obama al respecto, se ha vuelto mucho más difícil entrar a Estados Unidos sin papeles, pero no imposible: sólo más caro.
Al aumentar el riesgo, sube el precio; al incrementarse éste, el negocio se vuelve más jugoso. Y al transformarse en un negocio mucho más atractivo, atrae a más y mayores criminales.
Es exactamente el mismo fenómeno que sucede con el narco, según mi amigo y también ex comandante guerrillero salvadoreño Facundo Guardado que, a diferencia de su ex colega Joaquín Villalobos, cree que la persecución del narco sólo vuelve más atractivo ese negocio y más gente quiere participar.
Cuando el negocio de pollero o coyote se torna hiperlucrativo, las bandas de criminales no sólo lo quieren, sino que pelean por las rutas, los puntos de entrada y de salida, el transporte y la corrupción de las autoridades mexicanas y norteamericanas. De una manera u otra, seguramente en este proceso yace la explicación de la masacre de San Fernando.
La culpa es de muchos: de los países expulsores incapaces de darle empleo a su gente; las autoridades mexicanas que han descuidado la frontera sur y la migración interna desde hace años; pero más que nadie lo es de Estados Unidos, que al negarse a adaptar sus leyes a la realidad, sólo transforman para mal esa realidad: en el horror.

martes, 13 de abril de 2010

Suspenden juicio de Elena Varela


Debido a la muerte de la madre del juez Alejandro González, que encabezaría la audiencia en el Tribunal Oral de Villarrica, ayer se suspendió por quinta vez el juicio contra la documentalista Elena Varela.
La cineasta está acusada por los delitos de asociación ilícita y robo con violencia.
El Ministerio Público la acusa de participar, junto a Sergio Reyes Matus y Kenny Sánchez Contreras en el asalto al BancoEstado de Loncoche en 2004 y el asalto a la plaza de pagos del INP de Machalí, donde murieron cuatro personas en 2005.

Movilh rechazó dichos de Tarcisio Bertone




Revuelo causaron ayer las declaraciones del secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, quien se encuentra de visita en nuestro país, quien relacionó los actos de pedofilia con la homosexualidad y descartó que tuvieran relación con el celibato que mantienen los religioso católicos.
“Muchos sicólogos y muchos siquiatras han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia, pero muchos otros han demostrado, me han dicho recientemente, que hay relación entre homosexualidad y pedofilia”, afirmó el cardenal, brazo derecho del Papa Benedicto XVI.
Bertone reconoció que los actos de pederastia son “muy graves y escandalosos”, pero que éstos se dan en todo ámbito y aseveró que en la Iglesia son sólo unos pocos casos.
El alto religioso adelantó que el Santo Padre “tomará otras iniciativas aún (además de haber pedido disculpas). No puedo anticipar, pero se están pensando otras iniciativas. No va a dejar de sorprendernos con estas iniciativas sobre este tema específico”.
REPUDIO GAY
Rápidamente el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) salió al paso de las declaraciones del prelado afirmando en un comunicado que “tanto para la Organización Mundial de la Salud (OMS), como para todas las asociaciones de sicología y siquiatría reconocidas existentes en el mundo, la orientación homosexual es tan natural como la heterosexualidad y no tiene ningún vínculo con la pedofilia”.
“De hecho la mayor cantidad de abusos contra menores tienen como responsables a personas heterosexuales, según todos los estudios”, enfatiza el documento.
La organización acusó a Bertone de mentir “de una manera descarada e inhumana, por cuanto no hay ninguna investigación científica, seria e independiente de toda corriente religiosa, que indique ello (la relación pedofilia y homosexualidad)”.
El Movilh aseveró que el religioso “pretende responsabilizar a personas con una orientación sexual natural minoritaria, con los brutales casos de pedofilia cometidos por sacerdotes, utilizando de manera inmoral a los homosexuales como chivos expiatorios”.
“Con la voz de Bertone, la jerarquía de la Iglesia Católica ahora no sólo es acusada con fundamentos de ocultar a los sacerdotes responsables de abusos contra menores. También puede ser acusada, con una claridad absoluta, de ser una institución doblemente criminal, por cuanto ofende ahora a un grupo de personas por amar a otras de su mismo sexo, sin importar el daño que ello causa en millones de seres humanos, en especial en aquellos jóvenes que están recién comprendiendo y asumiendo su orientación sexual”, apuntó el Movilh con vehemencia.

lunes, 12 de abril de 2010

Dictan nueva condena contra ex agentes de la disuelta DINA


Una nueva condena sumó a su historial penal el ex jefe de la disuelta Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), general (r) Manuel Contreras Sepúlveda, quien fue sentenciado a una pena de 5 años y un día de presidio por el secuestro calificado de Héctor Fernando Vergara Doxrud, ocurrido en septiembre de 1974.
De igual modo en este episodio fueron sancionados por el ministro en visita Juan Fuentes Belmar César Manríquez Bravo (3 años y un día de presidio. Se concedió el beneficio de libertad vigilada); Marcelo Moren Brito (800 días de presidio. Se concedió el beneficio de la remisión condicional de la pena); Ciro Torré Sáez y Orlando Manzo Durán (absuelto por falta de participación)
A la fecha, al ministro Fuentes se le han asignado 71 procesos por violaciones a los derechos humanos, de los cuales 50 están terminadas (19 fallados) y 21 tramitación (15 en sumario y 6 en etapa de plenario).

domingo, 11 de abril de 2010

Fantasmas del pasado: el genocidio armenio y los turcos


Tigranui Asartyan cumplirá 100 años esta semana. Descartó sus cuchillos y tenedores hace dos, cuando perdió su sentido del gusto, y el año pasado dejó los anteojos tras quedar ciego. Vive en la capital armenia, Yereván, y no ha salido de su pieza hace meses. “Estoy esperando morir”, dice ella. Hace 92 años estaba en una aldea del lado turco de la frontera actual, escondida en el subterráneo de una casa. El cuerpo de un niño golpeado hasta la muerte yacía en la calle. Las mujeres estaban siendo violadas en la casa del lado y ella podía escuchar los gritos. “Hay turcos buenos y turcos malos”, dice. Los malos golpearon al niño, los buenos la ayudaron a ella y su familia a huir siguiendo a las tropas rusas en retirada.
El granjero Avadis Demirci tiene 97 años. Si alguien en su país mantiene registros de estas cosas, él es probablemente el último armenio en Turquía que sobrevivió al genocidio. Demirci mira por su ventana en la aldea de Vakifli. El Mediterráneo es visible a la distancia. En julio de 1915, unidades turcas entraron a la aldea. “Mi padre me ató a su espalda cuando huimos”, dice Demirci. “Al menos eso me dijeron mis padres”. Armados con escopetas, los habitantes de su aldea y de otras se atrincheraron en Musa Dagh, o Moisés. Dieciocho años más tarde, el austriaco Franz Werfel describió esta resistencia en “Los cuarenta días de Musa Dagh”. Demirci dice que “la historia es verdadera. Yo la viví, aunque la recuerdo por los relatos”.
Evitando la Palabra
Aparte del libro (y de la vista, desde el memorial en el cerro Zizernakaberd cerca de Yereván, del nevado e inaccesible monte Ararat) quedan pocos recuerdos del genocidio armenio a medida que sus sobrevivientes se acercan a la muerte.
De 1915 a 1918, entre 800 mil y 1,5 millones fueron asesinados en lo que ahora es Turquía occidental, o murieron en marchas de la muerte en el desierto sirio del norte. Fue uno de los primeros genocidios del siglo XX. Otros han desde entonces ocupado su lugar. Al pueblo armenio, tras sufrir una aniquilación parcial, luego desparramado por el mundo y obligado a regresar a un país que ha permanecido aislado, le ha tomado décadas avenirse a su catástrofe. Sólo en los ’60, tras un prolongado debate con Moscú, los armenios erigieron un memorial.
Turquía, en cuyo territorio se cometieron los crímenes, sigue negando los actos. Alemania, aliada del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, y la URSS, bien dispuestos hacia la joven república turca, no tenían interés en publicitar el genocidio. Alemania aún no lo ha reconocido. En 2005, el Bundestag llamó a Turquía a aceptar su “responsabilidad histórica”, pero evitó el uso de la palabra “genocidio”. Debido a la importancia de Ankara en la guerra fría, los occidentales no consideraron oportuno un debate. La falta de fotos y películas ha hecho más difícil examinar la catástrofe.
Pero hay testigos, especialmente alemanes y estadounidenses, cuyos relatos y correspondencia se conservan en archivos, donde han sido estudiados por especialistas. Ayer 9 de abril se conmemoró el 95º aniversario del genocidio y el canal alemán de televisión ARD emitió el documental “Aghet” (“catástrofe” en armenio), que entrega palabras de diplomáticos, ingenieros y misioneros. El primer protagonista es el actor y escritor Hanns Zischler. Lee las palabras de Leslie Davis, hasta 1917 cónsul de EEUU en Harput, en la Anatolia oriental, donde fueron apiñados cientos de armenios y luego enviados a una marcha de la muerte.
“El sábado 28 de junio”, escribió, “se anunció que todos los armenios y sirios (asirios de la fe apostólica armenia) debían irse. El significado de esa orden puede apenas ser imaginado por quienes no están familiarizados con las peculiares condiciones de esta aislada región. Una masacre, por horrible que pueda sonar la palabra, sería humana en comparación”. Friedrich von Thun, que actuó en “La lista de Schindler”, encarna al embajador de EEUU Henry Morgenthau. Describe reuniones con el ministro del Interior otomano Talaat Pasha, que enfrentó a Morgenthau con la “decisión irrevocable” de hacer “inofensivos” a los armenios.
Talaat convocó al embajador estadounidense y le hizo una petición que Morgenthau dijo que era “tal vez la cosa más asombrosa que jamás yo había oído”. Quería las listas de los clientes armenios de las compañías de seguros New York Life y Equitable Life. Los armenios estaban ahora muertos y sin herederos, dijo, y el gobierno tenía derecho a sus beneficios. “Naturalmente, rechacé su petición”, escribió Morgenthau. Las actrices Martina Gedeck y Catarina Schüttler relatan las memorias de dos monjas misioneras, una sueca y otra suiza. Hannah Herzprung y Ludwig Trepte narran las experiencias de dos sobrevivientes, y Peter Lohmeyer lee partes del diario del cónsul alemán Wilhelm Litten.
El 31 de enero de 1916, Litten iba por el camino entre Deir al-Zor y Tibni, hoy Siria, cuando escribió lo siguiente: “Una de la tarde. A la izquierda del camino hay una mujer joven, desnuda, vistiendo sólo calcetines café en sus pies, con su espalda hacia arriba y su cabeza oculta entre sus brazos cruzados. Una y media de la tarde. En una zanja al lado derecho hay un viejo de barba blanca, desnudo, tendido de espaldas. Dos pasos más allá, un niño, desnudo, con la espalda hacia arriba y su nalga izquierda cercenada”. Igual de fría y calculada fue la respuesta del canciller del Reich Theobald von Bethmann-Hollweg a la propuesta de su embajador de censurar a los otomanos de Alemania por el crimen. El documental muestra por primera vez algunos incidentes, como el ostentoso re-entierro de 1943 en Turquía de los restos de Talaat Pasha, asesinado en Berlín en 1921.
Pilar de la identidad nacional
El debate actual en torno del genocidio está emergiendo en Turquía recién ahora, casi un siglo después. El Primer Ministro, Recep Tayyip Erdogan, afirma que Turquía jamás reconocerá el genocidio. Durante una exposición sobre Armenia, ultranacionalistas indignados arrancaron fotos de las murallas y luego, como si hubiesen perdido la razón, atacaron un auto que llevaba al Nobel de Literatura Orhan Pamuk tras una comparecencia porque dijo lo que los historiadores han demostrado hace mucho.
Durante décadas, los armenios nacidos tras el genocidio se sintieron torturados y perturbados. “La tragedia”, dijo Hayk Demoran, director del Memorial al Genocidio de Yereván, se ha convertido en “un pilar de nuestra identidad nacional”. Y el Presidente armenio Serge Sarkisian dijo a Spiegel: “La mejor manera de evitar la repetición de tal atrocidad es condenarla”. La generación turca posgenocidio no tiene problemas para dormir. Atatürk, el fundador de la República, ejecutó un quiebre radical con el Imperio y con los tres hombres que fueron responsables: Talaat, Enver y Cemal Pasha. Attatürk reconoció que se habían cometido “equivocaciones” (que sus sucesores niegan hasta hoy), pero permitió que funcionarios y militares implicados participaran en su gobierno.
Una memoria viviente y escondida
Los demonios del pasado están despertando en respuesta a las presiones de la diáspora armenia. Antes del aniversario del 24 de abril por los arrestos de políticos e intelectuales armenios en la entonces Constantinopla (que señalan el inicio de las deportaciones en 1915), más parlamentos nacionales aprueban resoluciones que reconocen el genocidio: Francia en 2001, Suiza en 2003, y ahora el Comité de RREE de la Cámara de Representantes de EEUU y el Parlamento sueco. Y cada vez Ankara amenaza con consecuencias y finalmente no pasa nada. Ya es un ritual, cuyo propósito ha sido cuestionado por hombres como Hrant Dink.
El editor del diario turco-armenio Agos no se conformaba con la definición de la palabra “genocidio”. Quería que Turquía enfrentara su pasado. Pagó sus opiniones con su vida. El 19 de enero de 2007 fue asesinado. Los 200 mil turcos que marcharon por las calles de Estambul en su funeral, enarbolando letreros que decían “Somos todos armenios”, humillaron a su gobierno. Una realidad que enfrentan miles de turcos en sus familias y que parecen tener más impacto que las presiones diplomáticas.
A comienzos de los ’80, la abogada Fethiye Çetin descubrió que tenía raíces armenias. Su abuela Ser se lo había confidenciado tras décadas de angustia. En 1915, Ser, bautizada con el nombre armenio Heranush, vio cómo degollaban a los hombres de su aldea. Sobrevivió, fue acogida por la familia de un oficial turco, criada como musulmana y se casó con un turco. Está entre las decenas de miles de “armenios escondidos” que escaparon de los asesinatos. La revelación de su abuela fue un shock. En 2004, Çetin escribió un libro en el que reseñó la historia de su familia. “Anneanmen” (“Mi abuela”) se convirtió en un best seller e innumerables lectores le escribieron, muchos con palabras de aprecio. Otros la acusaron de “traidora”. Pero el tabú se había roto.

Sepultan a tres integrantes de la escolta de Allende


Tras 37 años de su muerte, al fin descansarán los restos de tres integrantes del Grupo de Amigos Personales de Allende (GAP), Óscar Lagos Ríos, Juan Vargas Contreras y Julio Moreno Pulgar.
Los socialistas fueron detenidos el mismo día del golpe militar y asesinados el 13 de septiembre de 1973 en el regimiento de Peldehue.
Los cadáveres permanecieron allí hasta 1978, cuando fueron desenterrados con retroexcavadora y los restos fueron embarcados en un helicóptero para ser lanzados al mar. Sin embargo, quedaron en el terreno 500 restos óseos pertenecientes a 11 personas, entre los que se encontraban estos ex miembros del GAP.
Su identificación tardó casi nueve años, por lo cual Ríos, Vargas y Moreno son los primeros en tener un funeral, que se realizaría ayer, y descansar, al fin, en el Cementerio General.

Domar un Quetzalcoatl

Néstor Morales T.
Estos días estamos asistiendo a la constatación de un expolio y explotación inédita que está ejerciendo Europa en el continente africano: la compra de tierras por parte de empresas e inversionistas, en muchos casos subvencionados por los propios Estados, por una normativa europea que obliga a utilizar un 10% de biocombustibles para el transporte a partir del año 2015, y el gran negocio que representa la producción intensiva de alimentos de cara al cambio climático, la escasez de agua y el aumento de población que se prevé en el futuro.

En la actualidad, son 20 las naciones africanas que ya han vendido 50 millones de hectáreas de territorio africano (más del doble de toda la superficie del Reino Unido). Etiopía ha ofrecido a la venta en los últimos años tres millones de hectáreas de su tierra más fértil a países ricos y a algunos de los individuos más adinerados del mundo para que exporten alimentos a sus países ricos a precio barato. El dato paradójico es que en este país 13 millones de personas están necesitadas de ayuda alimentaria.

Los compradores de tierra afirman que generan puestos de trabajo en la región, pero la realidad es que los campesinos de África se ven privados de su forma de vida y de su principal sustento, forzándoles a abandonar sus territorios e, inevitablemente, obligándoles a emigrar a ciudades y otros países, generándose como consecuencia enormes bolsas de pobreza periurbana. Sus tierras, mientras, se convierten en grandes plantaciones cuyos amos son empresas extranjeras. Europa se ha lanzado sin complejos a la senda de la recolonización, pero, además, con los impuestos que pagamos.

Cuado era niño, los relatos de pequeños niños africanos muriendo de hambre eran un argumento para terminar un plato de vegetales indeseable a esa inconsciente edad que por lo general no rentaba ningún resultado para enfado de nuestras madres. Claro, se trataba de personas que vivían muy lejos y cutos problemas eran muy diferentes a los míos o los de mis amigos. Pero el mundo ha cambiado desde hace un rato y la interconectividad, la información y la experiencia de mirar más allá de la ventana segura del hogar da cuenta de que los problemas de seguridad humana son los mismos en todas partes.
Siento que Latinoamérica no es ajena a este fenómeno. Las migraciones internas de los países de la región ocurren principalmente desde tierras de siembra pertenecientes a campesinos indígenas expropiados por grandes transnacionales que “compran” o simplemente roban a estos pequeños agricultores con fines mineros o fabriles. Las excusas son siempre las mismas: crecimiento, producción, puestos de trabajo, bajos impuestos para las empresas y, últimamente, reconstrucción. A partir de estos movimientos de humanas y humanos hacia los centros urbanos un segundo nivel de desplazamiento de personas se genera, este es, el de la pobreza urbana que busca nuevas oportunidades en los países vecinos tanto a través de vías formales como también en forma ilegal. Esta migración hasta hoy en Latinoamérica ha contribuido en parte a bajar los precios de la obra de mano gruesa y a estimular los índices de empleabilidad en algunas capitales y las utilidades de las empresas de servicio y de construcción.

El problema radica en tres frentes: Uno. La tenencia de la tierra por parte de mineras y grandes fábricas provoca daño ecológico y de producción agrícola irreparable lo que conlleva a nuevos problemas alimentarios y de generación de contaminación que perjudica a la población. Segundo, el desplazamiento de campesinos a la ciudad, principalmente con raigambre indígena acarrea problemas de trabajo, vivienda, salud primaria, educación y discriminación violenta contra ellos, transformando comunidades en ghettos impenetrables o de altos índices de morbilidad y deshumanización como ocurre en ciudades como Caracas, Bogotá, Santiago de Chile, Lima o Tegucigalpa. Y en tercer lugar el fenómeno creciente de migraciones transnacionales fomenta no sólo el hacinamiento en los nuevos países para estos migrantes sino el peligro de ser usados en el tráfico de drogas y de personas, la no calificación para empleos, bajas condiciones sanitarias y de vivienda así como incapacidad jurídica de percibir beneficios estatales, entre otros elementos a cautelar.
En definitiva, para la construcción de un continente basado en las garantías para sus habitantes es necesario fijar los problemas de seguridad humana desde una perspectiva integral, abordarlos de manera sectorial en Ministerios, Secretarías de Estado y Direcciones de Servicio puede ser un buen índice para medir gestión pero no entrega las externalidades que busca un sistema de protección de las personas, al contrario invisibiliza las necesidades y hace desaparecer a los números crecientes de personas que se encuentran en esta situación.

Hoy vivimos en un continente que mantiene una estabilidad política y jurídica precaria para sus ciudadanos. Un conflicto armado interno o entre países, nuevas catástrofes naturales u otras circunstancias críticas podrían significar miles de latinoamericanos vagando en campos de refugiados clamando por agua, paz y seguridad. Una mirada larga que comprenda estos asuntos urge a la política y la técnica en nuestro continente, veremos quien se arriesga a ponerle el cascabel al quetzalcoatl.